Así pues, muchos emigrantes deciden dejar su propio país con la ilusión de lograr una meta. Quizá muchos parten con un sueño y pasados los años, un día el emigrante decide regresar a casa.
¿Qué se siente cuando se decide volver?
No siempre es fácil marcharse del país de origen, pero es una opción. Huir de la guerra, del sufrimiento o de la pobreza son motivos suficientemente importantes para emigrar. Después, permanecer en el país de acogida es sin duda un nuevo reto. El emigrante debe aprender una nueva lengua, adaptarse a una nueva cultura y abrirse camino. Ante todas los desafíos que el emigrante se encuentra, surgen las fortalezas para vencer los miedos y lograr los objetivos. A veces, el emigrante se queda en el país de acogida. A veces, el emigrante regresa a su país de origen.
Esta semana he estado hablando con una mujer que vino a los Estados Unidos hace aproximadamente quince años. Su meta era poder darle a su hija una buena educación. Después de todos estos años, esta mujer ha alcanzado su meta y pronto va a regresar a su país. Otra mujer se ha puesto el plazo de dos años más para volver. Su nueva meta es ahorrar más dinero para comprarse una vivienda en su país. Una tercera mujer que ha sido madre recientemente se ha puesto el plazo de tres años. Quisiera que su hijo se criara junto con su familia de origen.
Nuevos retos, nuevos objetivos y a veces nuevos miedos aparecen. Nosotros mismos somos los que creamos nuestros miedos basados en experiencias pasadas.
Ahora es el momento de nuevas metas, con la certeza de que futuro se abre ante ti.
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